17/9/08

La novela

El hecho policial fue horroroso: una familia masacrada, sin piedad y sin motivo. Sobre esa historia, alguien escribió una novela tan siniestra como los hechos mismos. La novela tuvo gran éxito, por lo cual fue tomada como fluctuante base de una película de Hollywood. Para alegría de sus productores, el filme resultó más espantoso que el texto original. Pasados algunos años, cuando ya el público comenzaba a olvidarse del horror, otros cineastas elaboraron una remake en que, con el pretexto de la verdad histórica, se rehacía el proceso de creación de la novela primera y todo lo que ella contenía. El público acogió esta versión remozada con renovado interés. Ahora se está pensando en filmar otra película -la tercera- para recrear el proceso que llevó a construir la segunda, más siniestra que la primera y mucho más espantosa que la novela que dio comienzo a todo el ciclo.

Finalmente la nave pudo aterrizar otra vez en el blog; allá afuera te puede tragar un agujero negro y no sabés cuándo vas a volver. En fin, acá estoy otra vez con "La novela". Hace unos días en una feria de libros encontré uno que se llama "Los cuatro elementos", microrrelatos de David Lagmanovich (1927). No conocía al autor, que resultó ser argentino y que vive en la provincia de Tucumán. Obviamente no está entre los escritores que se matan a rasguñazos para aparecer en los suplementos culturales, pero me gustó mucho. Escribe poesía, ensayos y microrrelatos. Dentro de este último género tiene publicado los libros "La hormiga escritora" (2004), "Casi el silencio" (2005) y "Menos de cien" (2007). "Los cuatro elementos" también es de 2007 y es su primer libro publicado en España. Acá hay otros microrrelatos suyos.

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6/9/08

Breve ensayo sobre el ómnibus

El ómnibus es el vermouth de la muerte; es una coctelera de cuyo zarandeo nace un copetín democrático.
Cajita de sorpresas, no se sabe si el asombro vendrá de los cristales epilépticos, del escape insecticida y de los muelles traidores que ocultan su tirabuzón debajo del asiento.
El "chauffeur" es un Caronte con camiseta de punto, y, en verdad, nos sentimos infernales y ridículos, como si estuviésemos alineados en una exposición de caricaturas.
El ómnibus es la tragedia con patente municipal: cuando no consigue matar a nadie, atropella al silencio de las callejuelas ante la expectativa de los adoquines.
Todos los guardas creen que el ómnibus ha sido inventado para que ellos escupan desde la plataforma.
El ómnibus ha revolucionado las matemáticas, demostrando que "puede ser mayor el contenido que el continente".
Dante hubiera creado el círculo del ómnibus para castigar el pecado de trabajar (Trabajar: verbo impracticable de la primera conjugación).
Las ventanillas del ómnibus son muy caprichosas: no acaban nunca de elegir el paisaje.
Hay una vieja hostilidad de los adoquines hacia las llantas de goma; cuando estalla, se produce una carambola entre los adoquines, las ruedas y el equilibrio de los pasajeros.
En el ómnibus todas las mujeres púdicas se arreglan la falda para mostrar las piernas.
El ómnibus aborrece la raya del pantalón y los botines lustrados.

Pequeñas satisfacciones del ómnibus:

a) cuando se descompone media cuadra antes de nuestro destino; b) cuando, poseedores de un asiento horrible, se lo cedemos a la conocida que acaba de subir; c) cuando arranca antes de que suba el señor gordo; d) cuando dicho señor gordo inicia una inútil y ridícula persecución; e) cuando la vecina del pasillo se rompe la gravedad.
Sin embargo, debemos al ómnibus el sentido moderno de la aventura: 1) porque, iniciado el viaje, no sabemos cómo ni dónde terminará; 2) porque nos decoran vagos sentimientos de catástrofes; 3) porque nos ofrece la ocasión de figurar en las crónicas de policía, dulce anhelo que todos hemos acariciado alguna vez.
El ómnibus ha creado el heroísmo de hoy. Junto a sus episodios, los cantos de Homero resultan vulgares recetas de cocina.
¡Glorifiquemos al ómnibus! ¡Aquí, poetas; aquí concejales del municipio!
Hay que levantarle un monumento a esa olla del cosmopolitismo nacional: el marmolero Zonza Briano podría encargarse de la obra.

En 1925 la revista argentina Martín Fierro publicó este ensayo irónico humorístico del joven poeta Leopoldo Marechal (1900-1970). En ese entonces, el futuro creador de "Heptamerón" y de la novela "Adán Buenos Aires" contaba con 25 años. Antes que nada Marechal fue un poeta comprometido estética y políticamente con su tiempo. Su adhesión al peronismo le valió la marginación del establishmen literario hasta el día de su muerte. Para felicidad de todos nosotros, Julio Cortázar fue uno de los escritores que lo sacó de la oscuridad y supo darle el lugar que se merecía dentro del nido de víboras literario. Gracias a eso podemos disfrutar de las geniales novelas "El banquete de Severo Arcángelo" (1965) y "Megafón o la Guerra", publicada en 1970 un mes después de su muerte. "Adán Buenos Aires", su creación más genial, es de 1948. Esta es una excelente página sobre Leopoldo Marechal. Hay de todo: cronología de su vida y su obra; ensayos y artículos sobre su obra; y hasta se pueden descargar sus trabajos y escuchar un poema recitado por él mismo. Para el que no lo conoce, es una buena manera de empezar a hacerlo.

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3/9/08

Pez soluble

En aquellos tiempos, no se hablaba más, en los alrededores de la plaza de la Bastilla, que de una enorme avispa que por la mañana bajaba por el boulevar Richard-Lenoir, cantando a voz en grito, y planteaba enigmas a los niños. La pequeña esfinge había ya producido bastantes víctimas, cuando, al salir yo del café en cuyo frontis se creyó oportuno hacer figurar un cañón, pese a que la Cárcel que se levantaba en este sitio pueda ser considerada actualmente como una construcción legendaria, me encontré con la avispa de talle de mujer bonita, quien me preguntó el camino que debía seguir.
"Por Dios, preciosa, le dije, no soy yo quien debe cuidar de ti. La pizarra del cielo acaba de ser borrada, y tú sabes muy bien que los milagros solamente ocurren en plena estación. Regresa a tu casa, vives en el tercer piso de un inmueble de digna apariencia, y, aun cuando tus ventanas se abren al patio interior, quizá encuentres el modo de no molestarme más."
El zumbido del insecto, insoportable como una congestión pulmonar, ahogaba en aquel instante el ruido de los tranvías cuyo trole era una libélula. La avispa, después de haberme mirado fijamente, con la finalidad, sin la menor duda, de dar muestras de su irónica sorpresa, se me acercó y me dijo al oído: "Volveré".

En 1924, año en que Andrés Bretón (1896-1966) redactó el Primer Manifiesto del Surrealismo, escribió también "Pez Soluble", novela surrealista de dónde saqué este fragmento. El Movimiento que encabezó Bretón, y del que participaron, entre muchos otros, Antonin Artaud, Salvador Dalí, Marcel Duchamp, Max Erns, Paul Eluard, Benjamin Péret, Pablo Picasso, Cesar Moro, propiciaba superar la lógica y la razón liberando la imaginación a sus impulsos creativos. La conmoción que provocó el surrealismo en los cimientos del arte, abarcó todas las disciplinas y perdura aún en la actualidad. Al que le interese, acá puede leer algo más acerca del surrealismo y acá una breve reseña biográfica de Andrés Bretón y algunos poemas.

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